lunes, 28 de marzo de 2011

Tres chicos solteros

Os presento a Mr. Hayworth, Mr. Monroe y Mr. Hepburn. Los tres son amigos, los tres son gays. Los tres son solteros. De hecho, los únicos solteros en su numeroso grupo de amigos. Es inevitable preguntarse la razón de que tres chicos como ellos, seres humanos perfectamente válidos, no hayan sido capaces de encontrar un compañero cuya humanidad sea tan válida como la suya. Dicha validez radica en tres factores: atractivo físico, inteligencia y equilibrio entre bondad y maldad; vamos, que son buena gente.

He decidido proteger su anonimato para evitar echar más leña al fuego. Ya lo tienen bastante difícil sin mi colaboración.

Mr. Hayworth es el clásico cínico, aunque él lo llama ser realista. No cree en cuentos de hadas, finales felices o cualquier otra realidad que implique cosas tan poco prácticas como manzanas envenenadas y zapatos de cristal. Le gusta la comida sana que no causa paros cardíacos, y los zapatos que normalmente usa están hechos de materiales resistentes, tanto como su corazón, revestido de una fina pero sólida capa de escarcha. No es que sea frío, simplemente mantiene sus emociones a raya. Uno tiene que cuidarse de que no le hagan daño, se defiende. Padece lo que él mismo llama el “síndrome del cazador”, es decir, es adicto a la euforia que, escopeta en ristre -evitemos analogías desafortunadas- genera la caza, perdiendo todo el interés en la presa en cuanto la consigue.

Mr. Monroe se comporta como los camaleones, que se adaptan al entorno para sobrevivir. Él es el novio perfecto, porque hace todo lo posible por agradar a cada chico que conoce, asimilando la personalidad de éste hasta hacerla suya. Por ejemplo, si conociese a un chico al que le gustasen las bandas de rock indie, él empezaría a manifestar un espontáneo interés por ese tipo de música, consiguiendo encajar a la perfección en la forma de pensar y estilo de vida de dicho chico. El problema de este planteamiento es que, tarde o temprano, sus relaciones terminan haciendo aguas, porque la química que las mantenía a flote era algo artificial, una mentira.

Mr. Hepburn es el eterno soñador, empeñado en buscar al hombre perfecto a sabiendas de que se trata de una quimera. Nunca ha tenido una relación propiamente dicha, porque no ha dado a ninguno de los chicos que ha conocido la oportunidad de alcanzar con ellos ese nivel. Tiene la idea del romance idealizado tan enraizada en su cabeza que, inevitablemente, la realidad le resulta demasiado vulgar. El sexo informal queda descartado, porque lo considera la manifestación física de la desnudez emocional, que es incapaz de experimentar con alguien a quien apenas conoce; le resulta tedioso quedar con chicos porque las primeras citas le recuerdan a entrevistas de trabajo: incómodas y sujetas a expectativas muy altas. En definitiva, está solo porque lo prefiere a estar con cualquiera.

Tales son las circunstancias de Mr. Hayworth, Mr. Monroe y Mr. Hepburn. Puede parecer extraordinariamente sencillo sacar conclusiones y dar a su soltería una razón evidente; el comportamiento de cada uno de ellos responde a una pauta que casi podría definirse como tópica, y sus errores son de manual, pero nada es tan complicado como el corazón humano y el modo en que cada uno de nosotros alimenta sus necesidades, o el porqué de que no lo hagamos. Ellos, al menos, sí buscan ese alimento, aunque lo hagan en el lugar equivocado, aunque lo hagan mal. La cuestión, y, al final, lo único que importa, es que no dejan de hacerlo. Ésa es la clave: no rendirse nunca.

viernes, 18 de marzo de 2011

Un día cualquiera

09:00. Suena This Is Your Life de The Killers. El día acaba de empezar y ya se han jodido dos cosas: la primera es la canción, que de tanto despertarme he terminado aborreciéndola; lo segundo es mi estado de ánimo. Detesto madrugar.

09:25. Echo un chorro de leche al café y, de pronto, no lo veo todo tan negro.

10:00. No conozco a nadie en el aula, así que me siento cerca de la puerta para ser el primero en salir. Nótese que todavía no ha empezado la clase y ya estoy pensando en marcharme.

10:10. Imparte la clase un profesor. Ningún maestro.

10:15. En diagonar hacia abajo en las gradas veo a un chico monísimo. La naturaleza le dio una espalda fuerte y una melena rizada y rubia; mi imaginación, ojos azules. Se gira para hablarle a la chica que se sienta a su lado. Se ríen de algo realmente gracioso. El profesor está demasiado absorto en su discurso como para darse cuenta de que nadie más lo está escuchando.

10:20. Me aburro. Empiezo a contar los colores del aula, pero enseguida lo dejo; no conozco tantos tipos de blanco.

14:00. Hora punta en el comedor de Medicina. Vengo aquí porque la comida es tan buena como barata: mucho.

16:00. Vuelvo a coincidir con el chico rubio monísimo de la clase de las diez. Esto promete.

17:00. A la salida de clase el chico rubio monísimo es recibido con un beso y un abrazo por un chico moreno monísimo. Mi gozo en un pozo.

17:15. Un té rojo con El Gran Gatsby.

18:45. No hay mucha gente en la biblioteca. La bibliotecaria y yo.

19:20. La bibliotecaria se queda sola.

19:50. Salgo del videoclub con dos películas. Me ha costado elegirlas. Cada vez me cuesta más tomar decisiones.

20:05. El piso está como lo dejé: oscuro y desordenado.

21:30. En cuanto termina la primera película me preparo algo de cenar. Ceno.

22:00. Meto la segunda película en el portátil. Una comedia. No me apetece pensar.

00:00. A la cama.

jueves, 3 de marzo de 2011

¿Qué es un adulto?

Hay palabras que pesan demasiado. Amor, sexo o muerte son algunos ejemplos. Todas ellas evocan en quien las escucha sensaciones contradictorias. Miedo, deseo, dolor. Tal vez todo al mismo tiempo.
La palabra adulto posee un peso extraordinario. ¿Qué es un adulto? Un adulto es aquel hombre o mujer que se encuentra en el periodo vital correspondiente a la madurez física y mental. No lo he buscado en el diccionario, lo he escrito a medida que me venía a la cabeza. Pero no es una definición acertada. Dicha definición es la de lo que entendemos como un adulto, no lo que es.
Un adulto sigue siendo un adulto a pesar de no comportarse como tal. Un hombre en plena crisis de mediana edad, que se emborracha y se acuesta con alguien distinto cada noche a pesar de estar comprometido, actuando como un niñato, no se comporta como el adulto que es, pero no por ello deja de serlo. Es inmaduro, patético, pero sigue siendo un adulto. Un crío que hace los deberes todos los días y ayuda a sus padres en las tareas domésticas es alguien que se comporta como todo un hombre, como una persona adulta. Pero sigue siendo un crío.
¿Qué es un adulto? ¿Por qué causa tanta expectación en aquellos que la escuchan en la lejanía y tanto rechazo en quienes la padecen?
¿Qué es un adulto?
Yo soy un adulto, o eso dicen, dada mi edad. A los veinticinco uno debe considerarse una persona adulta, cumpla los requisitos socialmente establecidos o no. Yo soy estudiante, no trabajo; ayudo a mis padres en las tareas domésticas -a veces-; no follo con uno distinto cada noche, aunque tampoco tengo una relación de pareja estable. Nunca he tenido estabilidad. ¿Qué es la estabilidad? Un valor adulto, desde luego. Propio de una persona adulta. Pero, ¿qué es un adulto?